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Nuestro hombre en el Bósforo

La canícula fracturada

La canícula fracturada

Sujetos los hombros en ocho un arnés,
tratando de aquietarle la clavícula
Truman ve cómo pasa la canícula
una semana tras otra, mes a mes,
sin conducir ni llevar pesos ni portes,
sin playa ni piscina ni deportes...
maldiciendo en arameo y neerlandés.
─¿Por qué, Truman, la clavícula
te ha partido la canícula?
─Por cambiar
el coche
por la moto,
buscando
de la canícula
frescura,
conseguí
una fractura
de clavícula.
Qué amargura,
ay, mísero de mí.
Por patinar
al entrar
en la rotonda
perdiendo así
el control
sobre la Honda.
─O sea que fue
al revés.
─Eso es,
amigo Sancho.
Que no fue
que la clavícula
me partiera la canícula.
Culpa fue
más bien
de la canícula,
que me partió
la clavícula
a lo ancho.
─Joder, Truman.
Qué faena.
─De la buena.
Ya lo ves.
Por no parar
con los pies
una caída
ridícula,
quedé condenado a estar
sin clavícula
en canícula.
Y no cabe disimulo,
que aún me queda para un mes,
de no quitarme el arnés,
como los mulos...

12 comentarios

Ignacio -

Pues no sabe cómo lo siento, Lucaz. En unas semanas no se acordará de nada, pero los primeros días son bastante incómodos...

lucaz -

los compadezco por que yo stoy igual era el director tecnico y me pusioeron de portero y aqui estoy con mi clavicula fracturada

Otra vez yo -

Ahora fuera de bromas. ¡Que te mejores pronto!
Un abrazo

True Man -

No te quepa la menor.

La pina de los peines -

(por fandangos)

Mi pobrecito Ignacio
mira que quejarme yo
de los calores de infarto
cuando,pobrecito Ignacio,
tú lo tienes peor.
Que soportar el refajo
debe ser agotador
sólo con ventilador.

Truman/Ignacio -

(Por bulerías)

Ay, Pina, Pinita, Pina,
Pinita de mis amores
que el día que tú naciste
nacieron todas las flores
y comiéronse su alpiste
cantando que es cosa fina
gorriones y ruiseñores.
Ya sabemos que en Sevilla
calentamiento global
lo conocéis, que es eterno,
y dime si digo mal,
allí invierno, maravilla;
allí verano, un infierno.
Ay, Pina, Pinita, Pina,
Ay, tu tu tu tu, tu santo,
Ay, los guapos churumbeles
de vuestras arcas quebranto.
Es cierto que aquí en el norte
el verano no es verano,
pero tú no sabes cuánto
Ay, Pina, Pinita, Pina,
me apetece a mí, mal haya,
irme sin venda a la playa
o bañarme en la piscina.

Pina -

Aquí estamos mi santo y yo
riendo con tus cantares
pues no hay nada más amable
que este Truman roto en dos.
¡Ay, Capótegui cómo eres!
¿No te dijo tu mamá
que a la hora de frenar
lo hicieras con mil amores?

Pues no hay mal
que por bien no venga
Ahora divertirás la canícula
de los sureños de pro
que esto sí que es canícula
y no la que disfrutáis
los que con suerte sudáis
una vez por San Fermín.
Espero de corazón
que este dichoso refajo
no te oprima en demasía
y que pasado ese mes
las neuronas y poesías
vuelvan de nuevo a su ser.

Truman Capótegui -

Ay Raquel, qué razón tienes
al observar que un vendaje,
por lo que tiene de ultraje,
puede ser más que un vendaje:
Que a más de ceñir los hombros,
puede ceñirte las sienes,
y afectarte las ideas,
como afectan las mareas
a la mar con sus vaivenes.
Mas es cierto que el tortazo,
que la caída ridícula,
la causa del batacazo
que me rompió la clavícula,
incluyó otro golpetazo
con la cabeza en el suelo;
que si no llevara casco,
allí el cráneo me lo muelo,
y dejo todo hecho un asco.
Y si el golpe no afectó
en la primera intención
a este raciocinio mío,
tiene un efecto tardío,
que resulta agotador,
pues por alguna razón
ahora me pasa una cosa:
que no puedo hablar en prosa…

Raquel -

Mucho me temo,
que tremendo tortazo
os ha dejado
hablando en verso.
Mire usted si el corsé
le ciñe las espaldas
o más bien el cerebro.
Si son las neuronas
las damnificadas,
convierta el arnés
en parte de su ser,
y en vez de cuentos
podrá en el futuro
dedicarse al verso.
:-) Raquel

Truman Capótegui -

Gracias, Raquel.
Gracias, Marsu.

Cuatro semanas me quedan
sea en días, veintiocho,
con este vendaje en ocho
que me ciñe las espaldas
y me irrita las axilas…
Cielos, sálvese quien pueda,
y tomemos otra tila.
Voy más tieso que Pinocho…

Marsu -

Mejórate.

raquel -

Pues vaya Ignacio... ¡Qué te te recuperes prontito!
Un abrazo